En una noche estrellada y larga, ella entró a su cuarto, se desnudó,distendió la cama y se propuso dormir.Su desnudez jóven se proyectaba sensual en sombras sobre el piso cual si fuera la caverna platónica.Llevaba una cabellera negra como de bestia caballar bajando por la espalda hasta la cintura que la hacìa sentir bella, solicitada, propensa a que cualquier hombre bien se podrìa sacrificar para satisfacerla.Pero se sintiò acostada sobre una cama de acero desde la que escuchaba el maullido erótico doloroso mortal de gatas en celo y riña que se miraban en un espejo.Tenía pánico del sueño, de Eros sentado en su pecho mirándole los ojos, sintiendo a la vez la frente húmeda y fría mientras trataba de cerrar los ojos para encerrar el sueño de un pene descomunal que le impedía moverse hacia la rigidez del cuerpo, o sea de la muerte.Era el pánico transmutado en hombre, en duende fálico que la abraza, de cuyo pene brota una mermelada condensada en jugo de mora.
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