domingo, 27 de agosto de 2017

El carboncillo voluntario y el sueño,
el caballete de frente y brioso,
las cartulinas del error que le esperan
las manos habilidosas y ardientes
el motivo en su frente que insiste
y que espera sorprender sobre la marcha
con la revelación de un misterio,
el oficio y los protocolos del amante,
el dócil y esclavo pincel de gato,
el ansia de fijar el mundo pasajero
a base de ensayos, borrones y pausas,
de líneas, planos, puntos de vista,
el fatuo enmascaramiento del mundo ciego
¿sabran acaso que son la líneas de mi cara?
Aún te escucho con los ojos
dormitar en tu pequeño cuarto
de tu rabiosa cama de altas barandas.
Cada día allí se filtra una luz nueva
de una estación que espera en el dintel
de tu pequeña ventana de reflejos verdes.
Un nuevo utensilio aparece
entre las ropas en su juego de cambiar de sitio
entre las sillas ebrias
como si estuvieran jugando a los escondites
como embriagadas prendas
cansadas de esperar a su dueño sin oreja.
En el patio
mansa lluvia.
Cielo boca abajo.
Amor:
labios de azucar
colmillos de sal
cogidos de la mano.

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