sábado, 14 de octubre de 2017

He oído junto a mi corazón
fluir la memoria bella
de la finada vida
como una sierpe
que canta su flauta.
Una áspid que lanza su saeta
sin soltar el goce del ave
 del absurdo inconsciente.
Un recuerdo de un rostro
que llega abrupto e inútil
como una planta marchita
con sus rojizos en blaquísimo verdor
como si llegase errante
entre bosques de oscuridad
mostrando sus raíces herídas,
y ni siquiera sé lo que habla,
pero habla como si tuviese voz
de un lenguaje vivo resiliente.

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